(Publicado en la versión impresa)
Algunas personas
cercanas quizás en tono irreverente, me han consultado en distintas
oportunidades previas a la edición de la presente obra, los motivos por los
cuales decido escribir este texto, toda vez que existen innumerables libros
apilados en anaqueles de incalculables librerías en busca lectores, así como
las excesivas súper ofertas de géneros, de temas, y de las más variadas
calidades.
Si a eso se le adiciona
que perdura la sensación de la inexistencia de lectores de todas las edades; que
la juventud en especial, futuros dirigentes de nuestras vidas, leen en menor
medida; que ya nadie compra libros en formato papel; que los esfuerzos y el
sacrificio que se priva el autor en otras actividades no justificaría la abnegación
de largas horas de escritura, de corrección y de puesta a la edición.
Me consultan:
¿Por qué pese a
todos estos puntos en apariencia negativos, se impone el sacrificio de escribir
y posteriormente editar el libro?
Intentaré en
estas pocas palabras, tratar de esgrimir mi motivación personal para que usted
mi estimado lector, hoy tenga en sus manos esta obra, que ambiciona al menos el
de ser leída con la textura de quien camina por los suaves y verdes jardines
del edén de la imaginación.
Escribir no es un
sacrificio, es un don supremo que Dios en su infinita benevolencia, regala a
las personas para que disfruten y compartan con los demás, sus pensamientos,
ideas, motivaciones, sueños, triunfos, fracasos, miedos; pudiendo quizás de esa
manera mejorar levemente este maravilloso mundo en el cual vivimos.
Siempre he
sostenido que ese don, el de la escritura, lo tenemos todos los seres humanos.
Solamente aquellos que quieren y se esfuerzan por desarrollarlo puede hacerlo,
pero nadie tiene la limitación de la escritura, como así también a nadie se le
puede negar el don del habla, de la comunicación, del sentimiento, del amor, de
la vida.
Son regalos, y
como tal, haciendo galas del agradecimiento al Ser Supremo, algunos posiblemente
intentemos humildemente utilizarlos.
Las horas exceptuadas
a los seres queridos, posiblemente sea multiplicada por la alegría que brindará
al autor y a ellos mismos, la felicidad que irradiará una vez editado el libro.
Por lo que afirmo y suscribo, que aquellos que nos aman, seguramente disfrutarán
visualizándonos volar con la imaginación y el alma, con la razón y la locura
propia de cada ser humano que perciben un mundo inteligible de las ideas, y las
lleva a la manifestación mediante una obra escrita.
Procedo de la
generación del computador, desde las viejas CZ Spectrum con su diminuto teclado
de goma, y de la antiquísima Comodore 64, ambos con su ahora primitivo lenguaje
de programación Basic; pasando por las viejas Personal Computer (imitación de
la IBM PC), con esos gabinetes enormes que almacenaban información en disquetes
flexibles de 5 y ¼; hasta llegar a nuestros días con las modernas Ultrabook con
capacidad de un Terabytes de almacenamiento.
Es en ese
sentido, y por mi formación académica relacionado a las computadoras, a los
números, a los sistemas informáticos, es que acepto inevitablemente que estamos
en el margen del cambio hacia un nuevo paradigma del conocimiento.
La sociedad como
la conocemos, seguramente será muy diferente a la sociedad de nuestros hijos, y
la de sus descendientes. No puedo afirmar que será mejor o peor, sólo
diferente.
Los jóvenes de la
actualidad dominan ese nuevo paradigma: el de la multimedia; en donde el
conocimiento ya no se transcribirá mediante pesados libros similares a la
Biblioteca de Alejandría, sino más bien en imágenes, sonidos y hasta en
vivencias que se almacenarán en tan sólo un diminuto disco rígido del tamaño de
una lapicera.
Si en la
antigüedad los egipcios hubieran podido transcribir sus ideas en imágenes de video
y sonido, probablemente hubieran relegado el uso de la arcilla para sus
jeroglíficos. Gutenberg, el padre de la imprenta, seguramente utilizaría un
procesador de texto y una impresora laser multifunción con conexión WI FI para
llevar a cabo sus iniciativas; y de haberlo podido los musulmanes hubieran
transcripto el Corán en una web de la Internet desde los inicios, para que más
personas puedan entender los pensamientos de Mahoma, y no tornarlos erróneamente
a todos los musulmanes como supuestos extremistas y terroristas.
Todo nuevo de
paradigma, trae consigo un cambio en la forma de realizar las cosas, una forma
de mejorar esa realidad; y es así que examinando la historia de la humanidad,
siempre se ha escudriñado el medio de transmitir el conocimiento a las
generaciones futuras.
Es por ello, que
cuando me indican que los jóvenes no leen puesto que se embrutecen con la
Internet, los juegos y la computadora, estimado lector debo disentir en parte con
quienes piensan de esa manera.
Si analizamos el
cambio de paradigma del conocimiento que estamos presenciando, para estos
jóvenes, es más cómodo mirar un video en Youtube que leer varios libros sobre
un tema en especial; y le puedo asegurar sin temor a equivocarme, que aprenderán
mucho más y al detalle sobre las Murallas Chinas, sobre la Segunda Guerra
Mundial, la vida de la Madre Teresa, de la biografía de Mandela o de Hitler, de
las construcciones Mayas y hasta una clase de algebra sólo con mirar un video
de una hora por cada tema.
Un video multimedia
es más efectivo que la lectura de varios tomos de libros para esta nueva
generación de seres del conocimiento multimedial.
¿Que los jóvenes son
brutos? Le ruego a usted me indique quién se desenvuelve de manera superior ¿usted
o ellos?, en ambiente que contengan electrodomésticos, televisores, los Home
Theatre, computadoras, las tablets, los celulares inteligentes, los programas
de texto, las planillas de cálculos, edición de imágenes, las cámaras
fotográficas digitales, la utilización del sistema de radio de los nuevos
automóviles, los sistemas de juegos como el X-Box, la Play Station, las redes
sociales y hasta la búsqueda de datos en la Internet.
Imagine cómo se
sentiría si a usted y a mí, nos obligasen a dominar el código Morse del antiguo
telégrafo, en plena era de las comunicaciones multimedial.
Claro que usted
me dirá, que los jóvenes no pronuncian bien las palabras, que no pueden
escribir párrafos correctos de pensamientos, ni mucho menos oraciones completas
y que la forma en que se comunican parece que retrocedieran miles de años.
Es cierto. Sólo
imagino lo que dirían los grandes pensadores de la talla de Miguel de Cervantes
Saavedra, José Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno, Borges, o Sábato, con
respecto a la forma coloquial como nos expresamos y comunicamos actualmente en
la vida diaria usted y yo.
Reverencio los
libros impresos en papel y me encanta pasar de una hoja a la otra; me fascina
el ruido de las mismas; el olor a la tinta; y lamentablemente se me ha enquistado
un obsesión por venerar cada libro al extremo de no aceptar que nadie a mi
alrededor procedan a escribir manualmente cada uno de ellos, o que sean
manchados, remarcados, pintados; me domina el afán de cuidarlos como si recién
salieran de la imprenta.
¡Las personas ya
no leen! Bueno, tal vez no
sea tan así.
Hoy mediante la
tecnología existen millones de personas que leen en forma electrónica. Las web
de descargas de libros electrónicas como Amazon, EBay, Google y otras tantas han
crecido sideralmente, y se multiplican a diario las cantidades de libros que
por pocos dólares o euros, son bajados a las computadoras, celulares
inteligentes, Notebook o tabletas.
La tecnología afortunadamente
genera una nivelación en la forma de acceder al conocimiento.
El cambio de
paradigma ya se ha iniciado, y estamos inexorablemente sumergidos en ese
proceso.
Pero, y siempre
habrá un pero; como asumo la certeza absoluta que la sociedad del conocimiento,
de la Internet, del Hipertexto, del Youtube, de las redes sociales y la del
Google, es una realidad inobjetable y entendiendo que así serán las cosas en un
futuro muy cercano; mi mente y mi corazón soñador, se empecinan en tratar de
librar las últimas batallas contra esos cambios inevitables, como un Quijote
persiguiendo su quimera.
Déjeme soñar mi
estimado lector, que en este mundo multimedial aún se puede escribir un libro; que
ese libro quizás pueda ser impreso en algún lugar del planeta; y que en este
maravilloso mundo de casi siete mil millones de personas habrá alguien que en
esa vastedad infinita ambicionará leerlo apasionadamente, y que esa persona podrá
disfrutar en varias horas de su vida, la vivencia de una historia apasionante, que
como a mí en muchas horas más la he disfrutado en escribirla.
Horacio Marcelo
Canteros
Argentina.
Febrero © 2013.